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lunes, 13 de febrero de 2012

MILAGRO EN AFRICA


Zambia se reconcilió con la historia y conquistó su primera Copa de África tras ganar a Costa de Marfil en los penaltis (8-7). Los errores de Kolo Touré y Gervinho desde los once metros encumbraron a los 'Chipolopolo', revelación y flamante campeón del torneo por excelencia del continente 'negro'. En Gabón, país donde quedó enterrado el fútbol zambiano hace casi 20 años, la selección nacional volvió a nacer para ser nombrado rey de África.

Es la eterna gesta del modesto que, en un momento determinado de su historia, se hace grande para lograr la gesta. Pasó como primera de grupo con autoridad, goleó en cuartos y sufrió para echar a Ghana, la otra gran favorita, en semifinales. Y en la final, cuando todo apuntaba a un paseo de Costa de Marfil, Zambia se creyó su cita con la historia y peleó por ella. Fue, en muchas fases del partido, mejor que su rival. Un equipo con sólo dos jugadores en el fútbol de élite frente a nombres reconocidos con contratos multimillonarios. Así de bonito e impredecible es el fútbol.

La final tuvo momentos dramáticos, con héroes y villanos, jugadas maravillosas y otras para la desesperación. Pero, ante todo, huelga decir que Zambia fue justo vencedor. Fue valiente, alocada y solidaria. Adelantó su línea de presión y nunca aceptó el papel de víctima. Asustó desde el inicio con ataques ambiciosos, liderados por Chris Katongo. Y mantuvo el tipo atrás pese a dejar muchos metros a sus espaldas.

Costa de Marfil, habituada a ceder la iniciativa, permaneció en estado de shock durante muchos minutos, como si no se creyera la osadía de los 'Chipolopolo'. Sunzu secó a Drogba, que recordará esta Copa de África para siempre. Al marfileño se le mojó la polvora de manera alarmante hasta el punto de fallar un penalti en el minuto 70, un regalo en forma de empujón sobre Gervinho que él devolvió al cielo.

Fue el germen de la desgracia de 'Los Elefantes'. Él y su técnico, que despachó a Touré Yaya mediado el segundo acto condenando a los suyos a encuentros casuales en el área, sin criterio ni un mínimo de elaboración. Obvió, como había hecho durante todo el torneo, el instinto asesino de Doumbia para dar minutos a Bony. En definitiva, tomó todo tipo de decisiones alejadas de la lógica. Ataques de entrenador que le llaman.

Gervinho lo temía

Todo lo contrario que Herve Renard, autor psicológico del milagro. Capaz de crear un equipo con criterio táctico y ofrecer carácter y osadía donde otros muestran complejos y sumisión. Siempre creyó en la victoria. Él y sus jugadores. Incluso en la indignación de los penaltis.

Allí Mweene vio como Tiene disponía hasta de dos oportunidades en su lanzamiento. Sobre ese punto fatídico Kalaba perdió la oportunidad de convertirse en protagonista con el penalti decisivo. Falló Kolo Touré y más tarde Gervinho, escondido en el momento crucial hasta que no tuvo más remedio que agarrar el balón.

A la segunda oportunidad, Sunzu transportó a todos los zambianos al cielo, donde la magia flota en el aire, al lugar desde el que la Zambia de 1993 observaba con atención como sus herederos aprovechaban la oportunidad que a ellos nunca se les brindó. Pero esta es la Copa de África de Zambia, de la de ahora y de la de hace 20 años. Es el triunfo de un país, del nuevo rey de África.

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