A finales de 2009, Roberto Carlos regresó a Brasil
para defender los colores del Corinthians. A sus 36 años, demostró que
seguía estando en buena forma, tanto física como técnica, y daba la
impresión de que no pararía nunca de jugar. Cuando lo hizo, fue
discretamente: en agosto, dejó de ser capitán del Anzhi Makhachkala
ruso, y asumió funciones directivas. Aun así, continúa participando en
los entrenamientos, y prepara la próxima etapa de su carrera:
convertirse en entrenador. Habla de todo eso en esta entrevista.
Por lo que ha visto en Rusia, ¿qué expectativas tiene para la Copa Mundial de la FIFA 2018?
Dentro del campo, ha ayudado mucho la llegada de varios extranjeros de calidad a la liga, y, en la selección, la mentalidad aportada por [el técnico italiano Fabio] Capello. Al margen de eso, es un país económicamente potente, y está atravesando un gran momento. Además de Moscú y San Petersburgo, que son las más famosas, Rusia tiene otras grandes ciudades, y cuenta con infraestructuras: carreteras, etc. Creo que será uno de los Mundiales mejor organizados que se hayan visto.
Háblenos
un poco de sus funciones como directivo. ¿Tiene la intención de ocupar
este tipo de cargo a largo plazo, de empezar realmente una carrera?
Estoy viajando con el equipo y mantengo una estrecha colaboración con el cuerpo técnico, aunque, a decir verdad, sigo participando en los entrenamientos, dentro de la cancha. Es una vida nueva, que me está gustando mucho. Pero ahora, a finales de 2012, tengo que conseguir la licencia de entrenador. Es fantástico ser directivo y asumir estas responsabilidades, pero lo mío es estar a pie de campo. Es lo que quiero.
Hace poco, Mano Menezes
dijo a FIFA.com que la experiencia que tuvo en el Corinthians con
grandes jugadores como usted y Ronaldo fue importante de cara a
prepararlo para el puesto de seleccionador. ¿Qué destacaría usted de
aquella etapa?
Fue una gran experiencia, porque él me enseñó mucho: cómo tratar a los jugadores, cómo hablar con esos futbolistas de renombre. Y todo, siempre, sobre la base de la amistad, aunque una amistad con responsabilidad. No fueron Roberto Carlos y Ronaldo quienes pusieron a Mano en la selección nacional, fue él quien supo afrontar muy bien aquella situación. Recuerdo que se dirigió a nosotros de inmediato, y fue sincero: dijo que necesitaba nuestra ayuda para trabajar. A partir de entonces, desde el principio, todo funcionó.
Usted
vivió muy de cerca todo lo que implica la selección, tanto lo positivo el título de 2002 como lo negativo, en la presión posterior a las
derrotas. ¿Esos momentos del Mundial son los que más definen la carrera
de un futbolista?
Todas las selecciones que se forman y disputan un gran torneo, sobre todo el Mundial, terminan quedando marcadas. La selección ayuda mucho a la vida de cualquiera, pero, al mismo tiempo, la tolerancia hacia los errores es mínima. Yo jugué en la selección durante más de un decenio y, para mucha gente, quedé marcado tan solo por un gol en contra, en el que supuestamente la culpa fue mía [el de la eliminación ante Francia en cuartos de final de Alemania 2006].
Y, con eso en mente, ¿qué le parece el proceso de renovación de la Seleção
que ha llevado a cabo Mano? ¿Está de acuerdo con lo que se comenta, que
existe una responsabilidad excesiva sobre un muchacho como Neymar?
En el plantel hacen falta referencias. No un jugador u otro, sino varios, como teníamos nosotros en el equipo de 2002, por ejemplo. Mano es consciente de eso, y no va a cargar a Neymar con la responsabilidad de liderar al equipo. Quienes van a hacer eso son Thiago Silva, Kaká... Neymar tiene que limitarse a jugar al fútbol y no preocuparse de tener que liderar nada.
Usted, además, jugó contra él al principio de su carrera. ¿Le ha sorprendido su progresión?
Yo conocí a Neymar cuando él tenía 14 años y fue a España para pasar un tiempo viendo el Real Madrid. Desde aquella época, y después, al ver vídeos suyos, era indudable que jugaba muy bien. Creo que el hecho de que haya progresado tan bien, a pesar de todas las expectativas que recaen sobre él, está relacionado con la familia. Si uno no tiene la cabeza en su sitio y gente de confianza al lado, como tuve yo, o como Ronaldo o Kaká, a veces la calidad sola no basta.
En
la selección, usted fue dueño absoluto de la posición de lateral
izquierdo durante años, en una época en la que había competidores de
primera. Desde que dejó el combinado nacional, el puesto ha entrado en
un periodo de carencias notorias. ¿Considera que existe alguna razón
para eso?
Es cierto que, durante todo el tiempo que yo contribuí a la selección, había un abanico enorme de opciones, la mayoría gente de vocación muy ofensiva: Zé Roberto, Serginho, Júnior, Athirson, Felipe... Creo que la cesión al Internazionale me benefició: allí me quedaba mucho en defensa, y eso me enseñó a ser un jugador más completo. Aun así, la calidad de la competencia era altísima. Pero, sinceramente, creo que hasta cierto punto fue casualidad que después costase un poco encontrar un nombre definitivo. Son hornadas que van y vienen. Ahora tenemos a Marcelo, que es un futbolista de gran calidad, espero que haga suya la posición durante los próximos diez años.
Incluso
en el Real Madrid, Marcelo acusó las comparaciones con usted, que aún
hoy sigue siendo un ídolo allí. ¿Qué aspecto de su fútbol cree que
fascina tanto a los seguidores de los clubes por los que ha pasado,
hasta de rivales como Palmeiras y Corinthians?
Yo siempre me divertí muchísimo tocando la pelota, y pienso que eso lo notaba cualquiera que me viese, hasta el punto de que llegué a los 38, 39 años de edad jugando aún todos los partidos. También en el Corinthians: si de mí dependía, los jugaba todos. Solo salía cuando Adílson [Batista, el entrenador de entonces] me quitaba para reservarme (risas).
Una
de sus características que siempre llamó la atención es el chute,
claro. Háblenos un poco de cuándo descubrió que era capaz de pegarle tan
fuerte al balón. ¿Alguien le dio algún gran consejo que recordaría
siempre?
Bueno, a decir verdad, siempre he tenido potencia en la pierna izquierda, desde muy niño. Lo que pasó fue que mucha gente me enseñó muchas cosas sobre qué hacer con esa potencia: Otacílio [Gonçalves], [Vanderlei] Luxemburgo [Carlos Alberto], Parreira... Pero quien más me enseñó fue Luxemburgo, que también jugó de lateral. Bueno, al menos él dice que tocaba la pelota, no sé si creerlo mucho (risas). De joven, yo llegaba a la línea de fondo y quería tirar a puerta. Casi siempre. Vanderlei me enseñó a posicionarme, a mirar al área, a centrar, a elegir el momento adecuado para subir...
Usted
prácticamente estaba en activo hasta hace nada. ¿Cómo asume que estará
en todas las listas de mejores laterales izquierdos de la historia?
No me diga, tampoco es así. Si pensamos en Nílton Santos, Júnior, Branco... Fueron grandes maestros, una gran inspiración para mí. Me halaga oír eso, y estoy contento con la carrera que he tenido, pero yo a ellos los veo así, en otra categoría.
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