El tirano de la pelota sigue creando complejos, entró con dudas y salió henchido de orgullo, reluciente. El poder absoluto, la púrpura del fútbol, la manejan Messi y sus compinches. Y no se demuestra lo contrario.
Porque el Barça de época repitió vitola de mejor equipo del mundo en las barbas del enemigo, que tuvo una noche de error y olvido de sus mejores elementos. El local arrancó a favor de obra con gol exprés y terminó zarandeado, otra vez partido en dos ante quien más duele. Messi, el hombre orquesta total y coral, pidió balón, lo barajó entre sus socios y ayudó a digerir el rápido golpe encajado para imponer otro abuso en azulgrana.
Vertical Alexis, la apuesta de Guardiola que dejó a Villa en el banco, se confirmó cuando más equilibrio -para otros espejismo- había entre los dos gigantes. Tras el 2-1 se dieron al concierto lo mejor de Xavi, Iniesta, Alves, Cesc... Siempre alrededor del balón, en un desafío constante en territorio hostil. El coloso azulgrana terminó despilfarrando lujo de Iniesta, sumando ocasiones delante de Casillas con 1-3. La 'enésima' profanación del Bernabéu le deja con los mismos puntos y un partido más, a tiro de piedra en esta Liga cuyas sensaciones han cambiado radicalmente.
Mensaje claro de intercambios, depredación. Mou dejó dentro de su libreta el 'triángulo de presión alta' y vertió en el césped a Ozil, tipo de inspiraciones aisladas pero decisivas. Ayer no, pero no fue el único. Lass, el falso 'malo', como pareja de la bisagra Xabi Alonso en vez de Khedira. Y prefirió a Benzema, el delantero móvil de inteligencia creativa y asociativa, a las descargas más directas de Higuaín. Guardiola confió más en el explosivo Alexis que en Villa y acertó de pleno, también con Cesc en posición de centrodelantero.
Será también porque tiene la llave que abre todas las puertas, de nombre Messi, casi siempre eterno. Arrancó la disputa al segundo 23: fallo de Valdés en la entrega tras una presión blanca en jauría sobre el balón. Di María recoge el regalo y chuta, el toque interceptado acaba en otro disparo rebotado de Ozil que Benzema mandó de empalme a la red. El gol más rápido de la historia del clásico, 23 segundos de presión, error ajeno y ¡¡¡booom!!! Libretas por el aire.
Un KO en frío necesita digestión para cualquiera, pero para Messi no. La disuasión nuclear del argentino, con libertad total en un ir y venir constante, se hizo omnipresente en esos minutos en los que el Madrid pudo clavar otra estaca. Esto sólo lo podía arreglar el mejor jugador del mundo y a la tarea se puso, como surtidor, ofreciendo salidas, atrás y hacia delante. Todo en uno. No tardó mucho su respuesta tras un resbalón de Ramos que dejó una estampida suya hasta el fondo. Casillas le respondió con la manopla de autoría.
La primera diferencia de varias. El Barça empezó su intercambio de posiciones arriba, Alves avanzó unos metros y creó superioridad en el medio, defensa de tres y medio, de quita y pon. Y tomó más balón con un Madrid obligado a la contra. Porque Cristiano tuvo el segundo tras una dejada perfecta de Benzema, su predilección. Prefirió el portugués soltarla tal y como le venía que cederla a un Di María que llamaba al gol a su lado derecho. Esperaba el segundo el Bernabéu pero se fue rozando...
Con Messi en un campo, arrieros somos pese a las imperfecciones en muchos pases de sus compañeros. La Pulga atómica dictó su segunda cátedra al dejar con pelota fundida al pie a tres rivales como estacas y soltar un toque en profundidad para la carrera interior de Alexis. La clavó el chileno de forma quirúrgica, derechazo raseado, soberbio y colocado, quinina para Casillas. Crecieron el control visitante y las dudas de un Madrid humanizado.
Con Alexis punzante y con los de siempre, Xavi, Iniesta y el 'todopoderoso'. Y entre medias, el árbitro que pudo expulsar al pequeño 'dios' por una falta táctica sobre Xabi Alonso intentando frenar una contra. Tenía una amarilla por protestar y, reglamento en mano y árbitro riguroso, era la segunda. Fernández Borbalán no se atrevió a dejar al Barça sin su efecto nuclear, lo que encabritó a Mou y aún más al Bernabéu en pleno. Pero era el Barça quien mostraba autoridad en el pulso.
Sin cambios, a esperar el arranque con la balanza más hacia el peso azulgrana. Dos libres directos seguidos, más agua para Cristiano, con un Madrid de estiradas de avestruz, donde hombres capitales como Marcelo seguían desaparecidos totalmente. Y ni Özil ni Cristiano ni Benzema tenían su noche porque les quitaron la pelota. Remar y aguantar. Un golpe de suerte del Barça viró la ruleta trágicamente para el grupo local. La jugada, un empalme lejano la mayoría de las veces rutinario, hizo el resto. Qué cosas de este imperial Barça que nunca se prodiga de lejos.
Empalme de Xavi desde 35 metros, el balón que tropieza en una pierna de Marcelo y cambia su dirección al otro palo. Casillas, a trayectoria cambiada, estaba vendido: 1-2, con el balón entrando lastimero. Los blancos, ya por detrás, se partieron aún más y se condenaron a sufrir el desgaste de correr y correr tras los bajitos del Barça. Ráfagas toque-control de Xavi, con Busquets, Iniesta, Alves... en plan asociaciones esperando la oportunidad de dar el zarpazo vertical.
Cristiano -en un centro medido de Alonso- fallaba un cabezazo limpio delante de Valdés. La segunda que tuvo el portugués y que erró fue la última oportunidad de redención de los suyos. El macho alfa blanco perdona y el Barça saca el mazo en un contragolpe perfecto, la especialidad preferidad de lo blancos.
Otra arrancada lujuriosa de Messi, centro de Alves desde la derecha al segundo palo y Cesc que remata entrando de cabeza en carrera al estilo llegador por sorpresa. El Madrid grogui, cada vez más partido en dos, perdió los papeles de alguna entrada a destiempo. Iniesta, de globertrotter, en su salsa y su grupo, con la vitola de 'inmortal' en la solapa. Maquillaje local con sus arreones correspondientes y bastante de divertimento visitante hasta el final. Ni Kaká ni Khedira ni Higuaín pudieron voltear una losa.
Otra vez le toca a Mou ejercer de técnico y de psicólogo a la vez. Queda casi todo, pero el Barça sale 'matando' del Bernabéu como quien despacha cloroformo en el patio de su casa. Desde mayo de 2008, el Madrid no encuentra la forma en su fortín. Estas cosas crean complejos de inferioridad al más pintado.