El Málaga ha conseguido afianzarse en la tercera plaza de la clasificación merced a su victoria por 2-1 frente al Real Valladolid, un equipo que mostró en La Rosaleda buenas maneras y que luchó hasta el final por no irse de vacío de esta octava jornada de Liga.
El conjunto de Manuel Pellegrini optó por continuar la
filosofía de juego que tan buenos resultados le ha dado esta temporada.
Manejó el balón, lo monopolizó. Sin embargo, el alto número de bajas que
acusa, principalmente las de Monreal y Toulalan, provocaron que el
equipo tardara en adaptarse.
Posesión, sí. Pero no
ocasiones en el arco pucelano, defendido por el venezolano Dani
Hernández. El trabajo de Sereno y Valiente en el repliegue y el cierre
de filas en torno a su arco era de nota. A la contra, y con balones a la
espalda de la defensa, los de Djukic, avisaron. Así, Omar dribló a tres
rivales y disparó dentro del área. Willy Caballero la repelió, pero el
balón cayó en los pies de Manucho, libre de marca. El delantero angoleño
alargó su estado de gracia con un nuevo tanto.
Rukavina pudo agrandar la brecha. También Ebert, que recogió el balón
tras un error de Willy Caballero en el despeje. El disparo fue a las
manos del guardameta. Respondería el Málaga de la mano de Saviola, que
puso la primera ocasión manifiesta de gol tras una pared con Portillo
--muy activo en todas las zonas de la cancha--, pero el balón golpeó el
lateral de la red.
Una vez Recio ganó peso y se
asoció con Camacho, el Málaga ganó en verticalidad. Después de que La
Rosaleda reclamara dos penaltis inexistentes, llegó el tanto del empate.
Eliseu entró por banda, pisó área y se la cedió a Isco, hasta entonces
desaparecido entre Baraja y Víctor Pérez. El ex valencianista la colocó
por abajo a la izquierda del arco.
El Valladolid puso en serias dificultades a los locales. Pellegrini
optó por sacar a Santa Cruz, tras las llegadas de Omar y Manucho. El
partido dejó de tener un dominador claro en la segunda mitad para
convertirse en una sucesión frenética de ocasiones, la mayoría del
Málaga. Más si cabe tras la expulsión de Manucho. Isco, Santa Cruz o
Saviola la tuvieron, pero el gol no llegó. Ni siquiera Joaquín anotó un
penalti cometido sobre Saviola.
Fue Joaquín quien
pudo estrellar el balón contra las redes en la segunda mitad. Olvidó su
error para aprovechar un rechace en el área pequeña y sentar al
guardameta vallisoletano. El estadio estalló y vio como su equipo
manejaba el encuentro con seguridad hasta el pitido final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario