El conjunto de José Mourinho, castigado en la grada por sus declaraciones, volvió a ofrecer una imagen de equipo deslavazado, sin capacidad de construcción en el centro del campo y con un exceso de protagonismo individual, capitalizado en las botas de Cristiano Ronaldo y Di María, que preferían chocarse contra diez rivales antes que soltar el esférico.
La ausencia de un referente en el centro del campo Ozil estuvo 'apagado' y Coentrao intrascedente facilitó que los croatas creyesen en sus posibilidades durante buena parte del encuentro. El ariete local Rukavina pudo dar buena cuenta de ello si no hubiera marrado un mano a mano con Casillas a la media hora de partido.
Culpa de ello se debió al desorden defensivo de los blancos que hoy estrenaron la equipación roja y a un Sergio Ramos que volvió a estar más pendiente de la faceta ofensiva que de frenar a los habilidosos Leko y Samir, dos de los jugadores más activos del Dinamo, que pudieron haber dado más de un susto a la portería madridista.
Pero no fue así porque esta primera fase de la Liga de Campeones está exenta de calidad en muchos de los contendientes. El Dinamo, escaso de talento en todas sus líneas, perdonó también en la segunda mitad, aunque para entonces, el Real Madrid ya había dejado huella con disparos de Benzema uno de ellos hizo temblar el poste en los primeros diez minutos.
GOL DE DI MARÍA Y EXPULSIÓN DE MARCELO.
Así se alcanzó la segunda parte, con la sensación de que el gol merengue llegaría, pero sin saber muy bien cómo. Al final tuvo que ser Di María, que culminó una buena jugada en pies de Benzema. El francés, desacertado cara a gol, ejecutó a la perfección cada uno de sus movimientos y habilitó a Marcelo para que éste cediese al ex del Benfica.
Di María, con temple, puso la pelota en el palo contrario tras un buen disparo con su zurda. Corría el minuto 52 y se esperaba el vendaval de goles y ocasiones de la segunda mitad. Pero el Madrid hace tiempo que se conforma con ganar por la mínima y sin florituras. Los blancos hace tiempo que no quieren rizar el rizo...
Prueba de ello fue la expulsión de Marcelo, que llegó a 15 minutos del final. Una ingenua acción del brasileño en el área contraria, que fingió una caída, supuso la doble amarilla. Perfecta coartada para Mourinho que, desde la grada, accionaba su móvil para ordenar el cambio de Arbeloa por Benzema.
Así se aguantó hasta el final, con algún acercamiento de los pupilos de Jurcic, pero sin acciones comprometidas que pusieran en cuestión el 0-1. Mourinho apretó los puños en la grada. Su equipo no enamoró, ni siquiera ofreció buenos ratos de fútbol, pero sí sumó tres puntos que pueden ser vitales. La estadística siempre respalda al de Setúbal.
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